ÓSMOSIS (XI) - ANTONIO JOSÉ PONTE

 
 

© Orlando Jiménez Leal


Antonio José Ponte (Matanzas, Cuba, 1964), es, junto a Rafael Rojas o Duanel Díaz, el más importante representante cubano de un género que había perdido toda su fuerza y su prestigio en el contexto idelogizado (e ideologizante) de la mal llamada Revolución cubana: el ensayo. Un género que, con la distancia del exilio, ha alcanzado niveles de calidad estilística y profundidad de análisis antes prácticamente desconocidos en Cuba. Ponte es, además, poeta y narrador. Ha publicado, entre otros títulos, Las comidas profundas (Deleatur, Angers, 1997), Asiento en las ruinas (Renacimiento, Sevilla, 2005), In the cold of the Malecón & other stories (City Lights Books, San Francisco, 2000), Cuentos de todas partes del Imperio (Deleatur, Angers, 2000), Un seguidor de Montaigne mira La Habana/Las comidas profundas (Verbum, Madrid, 2001), Contrabando de sombras (Mondadori, Barcelona, 2002), El libro perdido de los origenistas (Renacimiento, Sevilla, 2004), Un arte de hacer ruinas y otros cuentos (Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2005), La fiesta vigilada (Anagrama, Barcelona, 2007) y Villa Marista en plata. Artes, política, nuevas tecnologías (Colibrí, Madrid, 2010). Antonio José Ponte es, asimismo, subdirector del que puede considerarse, sin lugar a dudas, el más importante órgano de prensa diaria del exilio cubano: Diario de Cuba (http://www.diariodecuba.com/). 


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¿En qué medida influyeron algunas traducciones en tu evolución como escritor?

Como escritor, como lector, estoy hecho de traducciones, a partir de traducciones, y cada vez soy más consciente de ello. Buscando, por ejemplo, una edición de Dickens que regalarle al hijo de unos amigos, y exigiendo que el título se corresponda con el de la traducción en que yo lo leí de niño. Quiero decir, no puede ser Canción de Navidad, sino forzosamente Cántico de Navidad.
O negándome a aceptar una Ilíada que no aluda al «ponto vinoso», porque no sería igual «la mar color de vino» o «el glauco mar». Aprecio el valor de una traducción desde estos pequeños detalles.

Esas que busco pueden ser (no lo descuento) peores traducciones que otras, pero me traen el idioma en que leí por primera vez esas historias. Por suerte, no tengo esa misma hipersensibilidad para aquello que voy encontrando por primera vez. En estos casos soy más permisivo, aunque con ello no haga más que empezar nuevas historias de escrúpulo por las palabras.

 
¿Cuáles serían, en caso de que las hubiera, aquellas traducciones que marcaron un estilo propio?
Seguramente aquellas que no sabría citar por el nombre de su traductor. ¿Quién tradujo el Dickens preciso que buscaba para regalarle al hijo de unos amigos? No sé el nombre de quien ajustó las palabras para no dejar de contar, en español y en forma de cola, la historia del ratón del capítulo tercero de Alice's Adventures in Wonderland. (Ese artilugio tipográfico, el primer caligrama a la Apollinaire con el cual debí encontrarme, descansa en un juego difícilmente traducible: tale/tail.)

Pero si tuviera que escoger algunas traducciones sobre las que vuelvo una y otra vez, casi todas son de poesía. Los poetas clásicos chinos traducidos al inglés por Kenneth Rexroth. La poesía arcaica griega en traducción de Juan Ferraté (Arquíloco está ahí en las mismas palabras con que siempre lo recuerdo, y Ferraté trabajó en esas traducciones mientras fue profesor universitario en Santiago de Cuba) o siete de esos poetas traducidos por Guy Davenport. William Carlos William traducido por Octavio Paz. Pedro Salinas, traductor de Proust.

 
El término «diversionismo ideológico» era una especie de sambenito terrible en la Cuba de los 80. En retrospectiva, los que lo vivimos podríamos verlo todo ahora, quizá, desde un ángulo positivo: en mi caso, estoy muy satisfecho de haber sido un acérrimo «diversionado» o «diversionista» ideológico. En ese contexto, con sus mecanismos de censura y de proscripción de determinados libros, ¿qué importancia extra-literaria tenían las traducciones que llegaban de trasmano desde el exterior?
No exagero si dijera que se trataba de talismanes. Más allá de lo extraño comprensible, más allá de las traducciones, el efecto no habría sido menor en caso de alcanzar uno de esos libros en idioma que no leyéramos. Lo habríamos acariciado con la misma propiedad, con la promesa de que algún día nos sentaríamos definitivamente a desentrañarlo. Aunque, si a la «tactibilidad» del libro se agregaba el acercamiento de la traducción, entonces del aerolito aquel podría sacarse una piedra sanadora o una espada, tal como enseñaba Mircea Eliade en Herreros y alquimistas, precisamente uno de los títulos que me llegó de ese modo que describes.

 
Tú mismo has ejercido como traductor del portugués y del inglés, y algunas obras tuyas han sido traducidas a otros idiomas. ¿Cuáles consideras que son las diferencias y similitudes entre ambos procesos: escribir y traducir? Y en el caso de las obras traducidas; ¿has tenido oportunidad de debatir o colaborar con tus traductores? ¿Cómo ha sido la experiencia?  
Tengo que reconocer que no merezco el título de traductor. Me he dedicado, espaciadamente, a traducir algunos poemas. En vista de que por entonces no he podido escribir poesía propia, me he puesto a traducir poemas de otros.

Traducir es lo que puedo hacer con un poema que no acabo de entender por más que lo lea. Entonces me hago creer que voy a escribirlo. Cuasi voy a escribirlo, y en ese cuasi está la diferencia entre escribir y traducir.

De ocurrirme eso mismo con un poema escrito en español, podría aprenderlo de memoria. Aprender de memoria o traducir un poema son aproximadamente la misma solución desesperada, el deseo de alcanzar algo que al final va a escaparse por más que lo repitamos o por más que decidamos sobre sus palabras.

En cuanto a la traducción de textos míos, he tenido la suerte de poder trabajar cerca de Cola Franzen, que ha puesto en inglés dos de mis libros de cuentos, varios ensayos y una novela. Cola Franzen es la traductora al inglés de Jorge Guillén, de Saúl Yurkievitch. Es suya la más reciente traducción al inglés de Historias de cronopios y famas de Cortázar. Asomarme a sus versiones de trabajo ha sido en ocasiones vertiginoso. Le debo el título de mi próxima novela a una frase suya en la traducción de un cuento mío. En un momento de ese cuento se lee: «un tesoro de mono». No es precisamente un momento importante en la historia, pero ella consiguió una traducción —«a bonanza for monkeys»— de la cual he sacado este título: Bonanza para los monos.
Hay algo en esto de trasplante de órgano, hay algo de trasplante de tejido propio. Este asombro simultáneo de lo ajeno y de lo propio es la traducción, ¿no?

 

© De la entrevista: Antonio José Ponte / José Aníbal Campos

Comentarios

  1. Qué frescura y que derivación hacia los más divertos territorios contienen estas palabras Antonio José. Me interesó su idea de que la traducción de poesía es como un ejercicio de espera mientras llega el poema original. Familiarizándonos, incorporando el poema ajeno se puede desencadenar un movimiento, una especie de resonancia que nos ponga en conexión con las palabras que buscábamos (sin buscar) para nuestro propio poema. Excelente entrevista. Saludos para Antonio José, Mario y Aníbal.

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  2. Cuando dije "derivación" quise decir "viaje" o "deriva". Cuando dije "divertos" quise decir "diversos". Es lo que tiene escribir cerca de las 2 de la mañana, cuando ya el cuerpo lo que pide es sueño.

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  3. Ponte, Mario y José Aníbal, qué interesante todo esto…y qué alivio leerlo. Yo pensaba que había algo extraño en mí cuando me sabían mal, me rechinaban los sabores, o los sonidos mudos de la página, en traducciones diferentes a las que había leído por primera vez…Liebre marceña es lo que aparece en la edición que leí en español de Alicia. Cuando veo “liebre de marzo” me da repelús…Lo mismo con “el cogollito” de los Verdurin en Un amor de Swan, que he visto traducido como “pequeño clan,” horror. ¡Ya quiero leer Bonanza para los monos, qué frase tan feliz!
    Cariños desde Taos, también al Rafael, que se nota que sabe del asunto, aun a las dos de la mañana....
    La Te

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