CUATRO POEMAS DE ANDREAS NEESER


Hacia finales del año 2011, el poeta suizo Andreas Nesser me contactó directamente, por recomendación de la Casa de los Traductores de Looren, para que tradujera unos veinte poemas suyos que serían presentados en el Festival de Poesía de Medellín. Por entonces recién había conocido a Montserrat Armas. Me la habían presentado como una traductora que, en colaboración, había emprendido la enorme tarea de traducir nada menos que El mundo como voluntad y representación, de Arthur Schopenhauer, y la escasa, pero no menos interesante poesía del gran Hermann Broch. Abrumado por la cantidad de trabajo que tenía entonces, le propuse a la Sra. Armas --que desde el principio me había planteado su afán de continuar aprendiendo (a traducir)-- emprender juntos la labor de traducir esos veinte poemas. Era mi primera experiencia como traductor de poesía en colaboración. Pude comprobar varias cosas: lo primero fue que, ante la poesía, la posibilidad de ofrecer soluciones aisladas a partir de una única palabra no te permite determinar el grado de conocimiento que tu pareja traductora tiene de la lengua o la cultura de la que se traduce (más o menos es ese el procedimiento que ha caracterizado al tristemente célebre Taller de Traducción de la Universidad de La Laguna). Lo segundo tiene connotaciones aún más graves para el ejercicio de esta ingrata profesión: los niveles interpretativos de un poema, de un verso, de una simple palabra generan abismos entre una visión y otra, y los acuerdos a los que hay que llegar, por mera armonía (profesional, pero también personal), implican para ambos traductores (tanto el que mejor conoce la lengua y la cultura del poema de origen como el que menos la domina) renuncias que jamás tendrían que asumir si traducen el mismo poema en solitario, con lo cual la responsabilidad individual por las decisiones tomadas se diluye entre dos, razón, asimismo, por la que al final es preciso siempre dar el crédito autoral a los dos traductores por igual.  Por eso --y esta es una de las conclusiones que saqué de esta colaboración-- los niveles de dos traductores involucrados en una traducción a cuatro manos deberían ser siempre más o menos parejos.
Una tercera conclusión de este ejercicio (que sólo fue el primero de otros tres) fue que todo traductor (en ciernes o ya experimentado) puede caer en la tentación de ejercer su oficio desde un autismo desvirtuador del texto: ver en las palabras del original lo que uno quiere ver (y que habla con elocuencia de su propia vida y visión del mundo) y no lo que el texto dice (con sus contextos, sus singularidades). Y esto último, para mí, fue lo que tuvo mayor trascendencia como aprendizaje en esta colaboración.  
No obstante, aquello fue un ejercicio fructífero y, lo principal, se dio a conocer al --a mi juicio-- excelente poeta Andreas Neeser en un ámbito más amplio. Otros poemas suyos han sido publicados, en traducción individual mía, en medios como el blog de Mario Domínguezs Parra o la revista Crítica.
Aquí van estos cuatro poemas de Andreas Neeser traducidos, en colaboración, con Montserrat Armas.          



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En la pantalla

dos ojos, la palabra prometida

hoy no te será dada.



Al principio

nada había  

salvo la mirada.







Composición en plomo



En el taller de las palabras

medimos línea a línea

el paisaje.



Alcántara

las hojas meridionales

no pierden su color.



Envuelve la frase

y yo, con miradas listas para ser impresas,

te iré rodeando con

el hilo.







Expedición



Pasando la servidumbre del camino

subimos por la tierra de nuestras madres.



Desnuda se halla la veta de la piedra, la hierba

crece hacia dentro

cruzamos el pedregal

el roce en la rocalla sorda.



Lentamente se asienta el polvo agitado

mido la altura de la pared

cuando cae la tarde

clavo el gancho en la roca estéril.









Ubicación



La vena pulsa por salir

según el lugar de las cosas

existimos, los dedos

enlazados con la vida



aunque sea una mirada cálida

al tacto.


 


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