Illska. La maldad
Eiríkur Örn Norðdahl: Illska. La maldad (traducción
de Enrique Bernárdez), Gijón, Hoja de Lata 2018, 627 pp.
Leo
este auténtico tour de force narrativo en apenas tres, cuatro días, la
mayor parte en un viaje de ida y vuelta en tren a Salzburgo. Cada vez que el
escepticismo suscitado por las producciones más recientes me fuerza casi a dar
crédito a esos pájaros de mal agüero que vaticinan el agotamiento definitivo del
género «novela», aparece una obra que me permite recobrar la confianza en las
posibilidades combinatorias de distintos estilos para crear un todo en el que
forma y fondo se complementan con tal grado de coherencia y originalidad, que permiten
vislumbrar los derroteros por los que habrá de transitar la narrativa de excelencia
en el futuro.
Este
constructo poliédrico se compone en su mayor parte de fragmentos brevísimos intercalados
en la trama principal, fragmentos que recuerdan a veces los Postings diarios
de un blog. Son ellos los encargados de enmarcar a varios niveles y dar unidad
a las distintas tramas y subtramas que, como fractales, emanan de la --en un principio-- casi banal
(y triangular) historia amorosa de los tres protagonistas: Agnes Lukauskaite (representante
de una segunda generación de inmigrantes lituanos con ancestros judíos que, por
su propia historia familiar, está obsesionada con el Holocausto y escribe una
tesis sobre el resurgir del neonazismo en Europa); Ómar Arnarson (joven inmaduro
graduado de filología islandesa, marcado por el hastío vital propio de una generación
crecida en la despreocupada psicodelia de unos años de bonanza económica, un
tipo sin objetivos claros que ha quedado desempleado a causa de la crisis
financiera de 2008) y Arnór Þórðarson (un neonazi culto y seductor que se convierte
en amante de Agnes).
Las
fragmentarias historias familiares de los tres protagonistas hacen un repaso a
lo ocurrido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial hasta la primera mitad de este nuevo milenio. Uno de
los abuelos lituanos de Agnes, simpatizante del nazismo, fue el asesino de su
otro abuelo: un judío. Los padres de Ómar y de Arnór, aunque pertenecientes a
distintas clases sociales, forman parte de esa generación «emancipada» de los 60
y 70 que vio en la ruptura con los roles burgueses tradicionales, en ocasiones,
la oportunidad de adoptar un comportamiento social y privado individualista e
irresponsable en relación con los hijos.
Pero
es en esa contraposición entre el horror de la Historia con mayúsculas y la
banalidad de las historias «menores», individuales, donde Illska. La maldad,
mejor acierta en su diagnóstico: el mal no hay que buscarlo ya demasiado tarde
en esas catástrofes históricas como el nazismo o el Holocausto. También esa
catástrofe encubó en un periodo de hastío vital de grandes sectores de una población,
tras una época de desenfrenos y de absoluta irresponsabilidad ciudadana y de mezquinas luchas intestinas por el poder.
A pesar de ciertos tics del autor, como un uso exagerado de frases paradójicas, estamos ante
¡una
joya!
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