ANDREAS NEESER "HIERBA QUE SE ADENTRA"
Adentrarse en los poemas de Andreas Neeser es pasar directamente
al taller de un artesano, pero a un taller al aire libre. Junto con las
imágenes, las formas y los sonidos que vemos y oímos, respiramos el polvo del
material esculpido, el olor de la pintura usada para un trazo, nos manchamos
los dedos con el grafito partido durante la escritura.
El yo poético de estos versos vaga en una constante búsqueda
de comunión de la palabra con la realidad material que ronda al poeta. La
mirada, la piel, las manos, los ojos y las vísceras degluten y registran lo que
lo circunda para que esa realidad sea devuelta en el poema, revestida de una
nueva dimensión, fundida ahora con esa realidad, como gotas incandescentes de
soldadura aferradas a las muescas del tablero de una mesa, a la superficie
agrietada de una roca, a los latidos de un corazón ebrio.
No encontrará el lector en Andreas Neeser una poesía
intelectual, sino una disolución del poeta en el entorno, y, a la inversa, una
incorporación de lo cósmico a la physis
y la psyche del autor: las fronteras
entre mundo interior y mundo exterior se difuminan casi en cada verso, en una
especie de cósmosis, una permanente
ósmosis con el universo.
Y creo que la bella singularidad de estos poemas
reside en la manera en que todo ese proceso osmótico involucra al lector en una
especie de comunión física, de segunda ósmosis. Uno se ve de pronto respirando
con la cadencia y la voz de Andreas Neeser, lo mismo en una callejuela de
Lisboa, frente a la grisura de un lago suizo en invierno o ante el aire
salitroso de la Bretaña francesa.
¿Se le puede pedir más a la poesía?
José
Aníbal Campos, Café Zartl (Viena), 6 de octubre de 2015
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