HUMBOLDT - HAVANNA
En su fundamental ensayo Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar,
el mayor etnógrafo que ha dado Cuba en toda su historia, Fernando Ortiz,
denunciaba el monocultivo azucarero como uno de los males del país, un mal que
condicionaba toda la mentalidad de sus élites y de sus habitantes: dinero fácil
de la explotación azucarera frente al esfuerzo paciente del cultivo y el
procesamiento manufacturero del tabaco, de lo cual Ortiz deriva toda una
sociología cubana: control de las vidas ciudadanas mediante unos ciclos de
producción limitados a unos periodos concretos del año (con sus momentos de
bonanza en trabajo, salarios y consumo) frente a la convivencia cooperativa de
un cultivo mucho más delicado que requiere del concierto de miles de fuerzas
distintas por periodos de tiempo más prolongados. Esto puede leerse, debe leerse, en clave política: control de unas élites vs. autonomía de muchos; soluciones fáciles vs. desafíos difíciles; mono-cultura vs. diversidad; dictadura vs. democracia.
Nuestro editor, Oliver Lubrich, ha estado en La Habana presentando nuestro
primer volumen de los Escritos de Humboldt. La obra de Ortiz no sería
concebible sin las valoraciones que a principios del siglo XIX hiciera el barón
prusiano sobre la aberración económica cubana del monocultivo azucarero y sus derivados: opresión, esclavitud.
El tabaco (las tabaquerías) fueron, en contraposición al sistema esclavista
azucarero, un espacio de libertad en la historia cubana.
Por eso tal vez pocas
fotos puedan tener un carácter simbólico mayor de lo que representa la
oportunidad de que uno de los editores de la obra de Humboldt haya podido presentar
en Cuba, después de más de 200 años de la visita del naturalista a La Habana,
nuestra antología.
Destruida la industria azucarera cubana, es tal vez el habano el artículo
de exportación más prestigioso del país. Y en cierto modo sigue constituyendo,
su producción, un espacio de libertad: comerciar con él, por las vías que sean,
legales o ilegales, sigue proporcionando ingresos directos a muchos cubanos de
bien.
Y, después de todo, en un país que está condenado a exportar sólo vicios
(azúcar, tabaco, alcohol, sexo, revoluciones), vale la pena recordar a otro
cubano como Guillermo Cabrera Infante, gran fumador de puros, que sabía que
toda ideología colonizadora no es más que “puro humo”.
Viena, febrero de 2020
© De la foto:
Oliver Lubrich
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