PRÊT-À-PORTRAIT (1)



El blog ARTE-SANÍAS inaugura una nueva sección, Prêt-à-portrait, en la cual presentaremos retratos de traductores de todo el mundo, de las más variadas combinaciones de lenguas y especializados en diferentes géneros.  

Cuando me establecí en Tenerife en el verano de 2009 y empecé a interesarme por la vida cultural de aquella isla, atrajo de inmediato mi atención el nombre de un traductor que, con frecuencia casi semanal, daba a conocer por primera vez en castellano a poetas de habla inglesa o griega en breves colaboraciones publicadas en las páginas de El Perseguidor, el suplemento cultural del Diario de Avisos. Ese traductor es Mario Domínguez Parra.
Pasado algún tiempo nos conocimos personalmente y emprendimos juntos la creación de un blog dedicado a variados temas de traducción: ARTE-SANÍAS. Este blog. En 30 años de carrera, he conocido a infinidad de traductores, muchísimos de los cuales, de distintos modos, me han servido de ejemplo o inspiración. Uno de esos traductores es Mario Domínguez Parra. Conocer su trabajo tuvo sobre mí un poderoso impacto positivo, justo en el momento en que andaba yo en la búsqueda de motivos para alejarme del modelo de traductor que era por entonces. Una sección como la que ahora comienza se hace toda justicia al iniciarse con un retrato hablado (por él mismo) de quien seguirá siendo el cofundador de ARTE-SANÍAS.  


1) ¿Cómo te inicias en la traducción? 

Comencé a traducir en 1997, durante el último curso de Filología Inglesa. Fue el año más importante de la carrera por cuanto que empezaron a definirse los intereses que luego cristalizarían en mi trabajo como traductor de literatura en lengua inglesa (aún no me había ido a Atenas de Erasmus). El resultado de esos intereses fueron dos traducciones, inéditas ambas, de un poema de Elizabeth Bishop y de The Waste Land, de T. S. Eliot. Ahora mismo no sé dónde tengo guardadas dichas traducciones y, a decir verdad, tampoco me importa demasiado. Sigo adorando a esos dos poetas, pero por el camino una lengua nueva, el griego, se adhirió tan fuertemente a mi cerebro que creo que para futuros proyectos no hay sitio para esos dos poetas: la obra completa de Bishop está ya traducida y contamos en castellano con suficientes traducciones del poema de Eliot como para que yo añada otra más.
Antes mencioné mi experiencia como alumno Erasmus en Atenas. Fue la puerta de entrada a una lengua que aprendí en el país heleno, al año siguiente de la experiencia como estudiante de último año de Filología Inglesa en la Universidad de Atenas. Tras vivir dos años y medio, en total, en la capital griega (primero en Platía Atikís y luego en Kypseli) y aprender la lengua, lo lógico en mi caso fue interesarme por su literatura y cultura contemporáneas. Lo hice tras dejar Atenas por Madrid por motivo de mis estudios de doctorado (obtuve el Diploma de Estudios Avanzados con un trabajo sobre un poema de Louis Zukofsky, “A”-9). Lamentablemente, la Universidad Autónoma de Madrid no tenía en aquella época un buen fondo de literatura griega contemporánea (en realidad no podía siquiera denominarse fondo, eran un puñado de libros y poco más), algo que sí tiene (gracias en buena parte a Isabel García Gálvez, gran traductora, docente y difusora de la literatura griega de todas las épocas) la Universidad de La Laguna. La lectura de libros de dicho fondo me hizo descubrir a autores griegos del siglo XX y fue en 2005 cuando comencé de nuevo, tras un lapso de ocho años, a traducir. Lo primero que traduje fue un conjunto de seis poemas de Ioanna Tsatsos.
Profesionalmente, comencé mi andadura como traductor en 2012. Fue una decisión causada por la falta de trabajo en la docencia, producto de la crisis, que hizo que dejaran de llamarme por lista para dar clases de inglés en institutos de educación pública en Tenerife. Y, paradójicamente, gracias a esa circunstancia encontré mi verdadera vocación, una pasión intelectual que combina la lectura y la escritura. Raras veces he tenido la experiencia de ser sólo traductor. He tenido siempre que combinarlo con trabajos de docencia (en institutos públicos y academias privadas) que me han dado siempre una mayor estabilidad económica. 


2) ¿Cuáles han sido tus mayores desafíos en la profesión? (Aquí cabe hablar también del aspecto material, de las dificultades vitales que atraviesa un traductor, no solo el desafío de traducir a un poeta grande, etc. que también.) 

Siento que todavía no he entrado del todo en la rueda, que los proyectos que consigo responden a un azar demasiado escaso y que podría llevar a cabo trabajos de traducción realmente buenos si se me diesen más oportunidades. Mi principal desafío ahora mismo es ese, el de entrar en esa rueda que haga que haya más editoriales que se interesen por mi trabajo. Creo que, de los veinticinco libros que he traducido y publicado hasta ahora (he concluido la traducción de algunos más), más de la mitad han sido propuestas propias que han sido aceptadas por alguna editorial, lo cual es estupendo porque he conseguido que varias editoriales se interesen por textos que yo quería traducir. En los últimos dos años, solo he recibido dos encargos. El resto han sido propuestas propias. Lo han sido los tres libros que publiqué durante 2019. En 2018, por ejemplo, sólo publiqué un libro (un encargo) y fue en Grecia, no en España. Resulta bastante frustrante. No pocas veces me he planteado dejar de traducir (es doloroso saber que puedes ofrecer tanto como traductor y no hallar el lugar para que el producto de este trabajo pueda salir a la luz) y dedicarme a leer libros que pocas personas (sobre todo los escritos en griego) pueden leer en el original y cuya lectura se perderán si no hay alguien como yo que los traduzca, pero me puede esa pasión por la escritura y la lectura que constituye todo el proceso de traducción. Es una vocación demasiado fuerte. 


3) ¿Aspiraciones? 

Muchas. Uno de los proyectos que quiero llevar a cabo es el de la traducción de testimonios de judíos griegos que sobrevivieron a la Shoah. Ya traduje un libro de Savas Mijaíl, un escritor judío griego, sobre Amanecer Dorado y la carta de un superviviente judío griego de la Shoah, Roby Varsano. Me interesa sobremanera esa otredad griega casi en su totalidad exterminada por los nazis y por griegos cristianos colaboracionistas.
Tengo la sensación de que mi cometido como traductor del griego será (ya lo ha sido, de hecho) el de difundir voces desconocidas en el ámbito castellanoparlante. Casi todos los grandes autores griegos del siglo XX ya han sido bien traducidos (en traducciones directas del griego, no a partir de traducciones a otros idiomas, como ocurría hace décadas) y difundidos. A mí me queda difundir a los que no lo son, tanto los considerados clásicos (me refiero a los del siglo XX) en su país como los que escriben y publican en la actualidad. Lo he hecho, tanto con consagrados como con jóvenes que comienzan su andadura literaria.
Con respecto al inglés, sigue habiendo una gran cantidad de obras interesantísimas que no han sido traducidas. Sobre todo, me interesan como traductor las que no han sido producidas en las grandes metrópolis del idioma, Inglaterra y EE.UU. La literatura irlandesa escrita en lengua inglesa es una fuente constante de interés para mí. Y querría investigar y leer a autores caribeños y africanos cuya lengua literaria es el inglés.
En ambas lenguas, el género por el que siempre me he decantado más ha sido la poesía. Sólo he traducido una novela (Almas rotas, de Nikos Kazantzakis): la experiencia, tanto a nivel narrativo como lingüístico, fue excepcional y me gustaría volver a traducir una obra narrativa de largo aliento. He traducido varios libros de poesía, ensayo, narrativa breve y dos diarios. Tengo varios proyectos en mente (novelas, libros de testimonio, poesía, narrativa breve, ensayo).


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