ÓSMOSIS (I): BRUNO MESA


 
 
La traducción es, a nuestro juicio, cópula, com-penetración, fecundación recíproca. Las partículas solubles de una cultura se adentran en la otra para complementarla, transformarla y, de ese modo, garantizar su supervivencia. A través de dos preguntas básicas hemos querido, con esta nueva sección, indagar en la importancia que los textos traducidos han tenido (o no) en la escritura de otros autores.
 
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Hemos querido iniciar esta sección con una de las voces más singulares y –al mismo tiempo– universales de las nuevas generaciones de escritores españoles, Bruno Mesa, nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1975. Ha publicado tres libros de poesía: El laboratorio (Visor, 2000, Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe a la Joven Creación), Nadie (Visor, 2006) y El libro de Fabio Montes (Ediciones La Palma, 2010). También es el autor del libro de relatos Ulat y otras ficciones (Idea, 2007), de la novela El hombre encuadernado (Paréntesis, 2009) y del libro de aforismos Argumentos en busca de autor (La Caja Literaria, 2009), que también es el título de su blog: http://bmesa.blogspot.com.es/. Se alzó con el Premio Internacional de Relato Breve Julio Cortázar, 2004 y obtuvo la Beca «Valle-Inclán» de creación literaria de la Academia de España en Roma, 2010/11.

La poeta y traductora Ati Solerti tradujo al griego recientemente algunos de los poemas de Bruno Mesa, que ya forman parte de la Antología de poesía hispanoamericana que ella misma elaboró y tradujo. La editorial griega Vakxikon, que dirige Néstoras Pulakos, la publicará en forma de libro en 2013.   

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1) ¿Qué importancia tuvieron, en su formación como escritor, las traducciones de obras de otras lenguas y ámbitos culturales?

Tiendo a creer que la mejor literatura se abre paso en cualquier lengua, y esto sucede a veces con la ayuda del traductor y otras veces a su pesar. No puedo medir esa importancia. Intuyo que mi formación debe haberse resentido. Si pienso en escritores como Walcott, Stasiuk, Feyerabend o Catulo sé que les debo algo. No sé si esa deuda fue educativa, sé que es una deuda de felicidad, y que en esos libros encontré un lugar donde el mundo es menos indigno.

2) ¿Qué traducciones recuerda como las que más contribuyeron a crear su propio estilo?

No puedo señalar influencias, tampoco contribuciones. No soy un buen doctor para eso que usted llama estilo y yo prefiero llamar enfermedad. Me agrada insistir en algunas traducciones: el Pessoa de Ángel Crespo (pero también el de García Martín), el Pasolini de Olvido García Valdés, el Auden de Jordi Doce, el Stasiuk de Cazenave, el Albert Camus de Javier Albiñana, el Lêdo Ivo de Martín López-Vega o el Omar Jayyam de Carlos Pujol. Son muchos más, pero no es necesario cansar al lector con mis obsesiones.

 

Comentarios

  1. Apreciado Bruno Mesa:
    Gracias, muchas, por estas palabras. ¡Cuánto de acierto hay en esa afirmación de que un estilo es una enfermedad! Yo mismo, en otro momento de este blog, me he definido (casi con presunción) como un "cirujano de escritores". Algunos de esos autores han muerto entre mis manos, a veces a causa de mi impericia, y otras veces porque padecían un mal insalvable (pienso en Ratzinger, al que traduje. ¡Lo siento!). Otro autores, en cambio --y lo he visto, pero sobre todo me lo han dicho los que más saben: un par de buenos lectores-- han revivido de pronto, a última hora, también entre mis manos, cuando, yendo más allá de mis obligaciones quirúrgicas, he pegado mi boca llena de savia a las suyas, moribundas por la letra, y los he visto --repito-- recobrar color en las mejillas hasta entonces lívidas. Tampoco es que por ello me alegrase mucho. Me he relamido y he escupido después, pues debía empezar mi fortuita carnicería de letras en el siguiente quirófano.
    Pero a veces también me pregunto, estimado Bruno Mesa: ¿cómo valoraríamos, en términos patológicos, la falta de estilo? ¿Cómo clasificar en términos mórbidos, enfermos, la búsqueda incesante de un estilo propio que nunca se encuentra? ¿Cómo valorar ese otro mal literario, la letra que se auto-contagia por cálculo y oportunismo, el germen ingerido a conciencia en aras de una gloria ya enferma desde que abre los ojos?
    ¿Acaso, extendiéndonos, podríamos comparar tu magnífica metáfora --y mi incisiva y pérfida variación de ella-- con la dignidad del que lleva su mal con entereza hasta las últimas consecuencias, y la flaccidez y los temblores nocturnos del hipocondríaco impostado?
    Un abrazo afectuoso
    José Aníbal Campos

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  2. Gracias, querido Román, por tu valiosa apreciación. El blog, como aún puede verse, está en plena construcción. En aras de la diversidad que pretendemos, hemos estado dividiéndolo en secciones que más tarde nos sirvan para organizar de un modo más efectivo todo el material que acumulemos. Aprovecho para decirte públicamente que este blog se honraría muchísimo si pudiese contar en un futuro con algunas de las maravillosas obras tuyas y de Ana Lilia Martín.
    Un abrazo

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