ÓSMOSIS (XIX) - HORACIO CASTELLANOS MOYA
La vida de Horacio Castellanos Moya (Tegucigalpa, 1957) parece resumirse en el
título de una de sus novelas, La diáspora.
Nacido en Honduras, de padre salvadoreño y madre hondureña, a los cuatro años
su familia se establece en El Salvador, país que, al parecer, iba a darle al
autor carta de ciudadanía definitiva. Pero los años que marcan la primera
juventud de Castellanos Moya, las décadas de 1970 y 1980, son de tal modo
convulsivos y trágicos para la región, que hasta Hollywood vuelve hacia ella
los ojos de su vana conciencia. La historia del alcohólico reportero Richard
Boyle (encarnado en la pantalla por un espléndido James Woods en el filme de Oliver Stone) no es más que la
mascarada en celuloide sobre un drama que, en cierto modo y con otro vestuario,
se extiende hasta el día de hoy. Horacio Castellanos Moya se ve obligado a
emigrar: Toronto, Costa Rica, México son las primeras tres paradas de un viaje
que parece no acabar nunca. Tras su regreso a El Salvador a principios de los
noventa, Castellanos Moya se involucra en distintos proyectos culturales: funda
una revista, escribe para la prensa local y extranjera, pero en 1997, tras la
publicación de una de sus grandes novelas críticas, El asco: Thomas Bernhard en San Salvador, su madre recibe amenazas
de muerte y Horacio Castellanos ha de emprender de nuevo otra larga
peregrinación que lo llevará por España, México, Alemania, Tokio. Actualmente
reside en México y es profesor en la Universidad de Iowa. Ha escrito novelas,
libros de relatos y poemas. Entre los títulos más destacados, aparte de los ya
mencionados, se encuentran: Baile con
serpientes (1996), La diabla en el
espejo (2000, finalista del Premio «Rómulo Gallegos»), Tirana memoria (2008) o La
sirvienta y el luchador (2011).
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¿Qué
importancia tuvieron, en su formación como escritor, las traducciones de obras
de otras lenguas y ámbitos culturales?
La traducción de obras de otras lenguas fue
fundamental en mi formación como escritor, diría incluso que fue más importante
leer esas traducciones que leer obras originalmente escritas en español.
Lamentablemente yo me formé en un colegio privado católico y los hermanos
maristas hicieron su mejor esfuerzo para hacerme detestar la literatura en general
y la literatura española en particular. Si algo contribuyó a que yo me hiciera
escritor fue la lectura de traducciones de Walt Whitman, Henry Miller, Pavese,
Rilke, Dostoievski, Saint John Perse, Ungaretti, entre otros. Leí a esos
autores en la década de los 70, cuando comenzaba a dar mis primeros pasos en la
escritura. Los libros procedían de la Argentina y llegaban a un par de
librerías en San Salvador y Tegucigalpa. Si no hubiese leído a esos autores en
traducción, me hubiera costado mucho más enfilar hacia mi vocación.
¿Qué
traducciones recuerda, si es que las hubo, como las que más contribuyeron a ir
conformando un estilo propio?
Eso es más difícil de definir, en especial porque
no sé si yo tengo un estilo propio. Sé que a lo largo de los años me han
influido autores por su estilo contagioso: tuve por lo menos una etapa
Flaubert, otra Kundera, otra Bernhard, otra Tácito, otra Broch y así. Ahora
bien, definir hasta dónde esas etapas de lectura influyeron en mi escritura es
algo que no me compete. A veces las lecturas que más influencian a un autor son
aquellas de las que ni él mismo es consciente.
© De la entrevista: Horacio Castellanos Moya / ARTE-SANÍAS
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