GREGOR VON REZZORI Y LAS RAMBLAS DE BARCELONA



Gregor von Rezzori tuvo la curiosa suerte de convertirse muy pronto en un autor de éxito y ser, a la vez, una de las voces literarias de la lengua alemana más ignoradas dentro de la propia Alemania. Su origen periférico le permitió dominar como pocos la lengua de la metrópoli y, al mismo tiempo, crecer en un entorno multinacional y multiétnico que le proporcionaría las herramientas culturales, estilísticas y lingüísticas para burlarse hasta la saciedad de los centros del poder cultural alemán, para arremeter contra su anquilosado mundo académico, para cuestionar los tics de sus autores e intelectuales y despreciar con una risotada sarcástica su mundillo literario. 
Son muchos los motivos por los que la obra de Rezzori fue ignorada en Alemania y, en menor medida, también en Austria. Pero uno de los más notables es, paradójicamente, la voluntad del autor de la Bucovina de querer llegar a ser justamente eso: un escritor. Alguien que escribe. Pero alguien que lo hace desde la más absoluta (y a veces "despiadada") independencia y honestidad intelectual. Alguien que narra lo que ve y vive, que muestra sus obsesiones sin miramientos para con una ideología, ni siquiera a veces para consigo mismo, sin compromisos tabernarios, sin que su escritura se viera condicionada desde fuera por cabildeos o convenios indignos, sin atender a modas ni a tópicos coyunturales ni estar a la espera de invitaciones a festivalillos o a la caza de becas y edicioncillas subvencionadas. Rezzori siempre quiso escribir. Y fue lo que hizo. Se ganaba el dinero escribiendo y, al tomar de ejemplo el modelo en los países anglosajones, escribía espléndidos ensayos y artículos de temas variados para revistas de gran tirada como Vanity Fair, Vogue o Der Spiegel. Fue, además, un viajero con una curiosidad infinita (en la foto lo vemos durante un viaje a Rumanía, visitando un monasterio de la Bucovina), y ello le permitió escribir magníficos reportajes de viaje. 
En junio de 1979, la gran revista de viajes Merian (fundada en 1948 en homenaje al gran grabador y editor de Basilea Matthäus Merian) le pidió un ensayo para su número dedicado a Catalunya y la Costa Brava. Rezzori viajó a Barcelona y ofreció a la revista un brillante ensayo de 6 páginas sobre importantes "calles cosmopolitas", esos paseos urbanos y zonas peatonales de fama mundial que constituyen el sitio preferido del flâneur. En ese texto nos habla de paseos que él conoció muy bien, como el Kurfürstendamm berlinés, la Kärntner Straße de Viena, la Via Veneto en Roma, el Faubourg St. Honoré parisino o Strøget en Copenhague. Y, por supuesto, también de las Ramblas de la Ciudad Condal. 
Ofrecemos aquí estos bellos fragmentos inéditos del gran Gregor von Rezzori sobre la más europea de las ciudades españolas.

«Por eso mi corazón ya viejo se pone a dar brincos de alegría cuando lo llevo de paseo por una ciudad que pervive todavía en mis sentidos; una ciudad cuyo topograma me transmite desde el principio ese bienestar animal de conocer las cosas instintivamente, de saber dónde están los sitios por los que uno puede salir de cacería y aquellos por los que puede escapar; una ciudad, sin embargo, que en cierto modo tiene tal colorido nuevo e inesperado que casi ejerce sobre mí un efecto exótico. Hablo de Barcelona y de inmediato lo que tengo en mente es la felicidad de recorrer las Ramblas. 
Se ha escrito mucho ditirambo sobre este paseo único, esta zona peatonal que es, en todo caso, ejemplar. Apenas nunca se ha escrito nada elegíaco sobre ella, ya que su agitación es tan intensa, tan obvia, que nada nos sustrae al ahora inmediato, al aquí. 
(…)
En las Ramblas ocurre algo distinto: una intensidad mayor de la sensación de vivir, un plus de la energía gastada e invertida en esa labor. Un modo superior, en definitiva, de tomarse la vida en serio, algo que es muy propio de los españoles, pero muy especialmente de los catalanes: el saber lo que significa, por así decirlo, la tragedia de la existencia como herencia nacional. Ello genera esa absoluta presencia. Aquí la vida aún no se ha abstraído para convertirse en una existencia de termitas, y eso la hace más viva. 
No es la vieja Europa lo que reencontramos en las Ramblas de Barcelona: es, en cierto modo, la esencia de Europa, lo específicamente europeo, lo europeo por excelencia. Lo reconozco en los edificios de Gaudí, que son en cierta medida la anticipación humanista de las utopías futuristas y constructivistas, pero lo veo igualmente en la orgullosa pudicia que confiere aquí cierto aspecto respetable incluso a la calle de las prostitutas; lo percibo también en las sonoras tonalidades en staccato de la lengua catalana, que se escuchan como un latín prehistórico, o en el gorjeo de los gorriones posados en los plátanos del mercado de pájaros. Se trata de algo eternamente joven y presente, a pesar de que un amigo español de mi misma edad me asegura con tono elegíaco que las Ramblas ya no son lo que eran».

© Del texto: Estate of Gregor von Rezzori
© De la traducción y la nota: José Aníbal Campos
© De la foto: Fondazione Santa Maddalena

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