ÓSMOSIS (IV) - JEANNETTE L. CLARIOND
Nuestra Ósmosis de hoy está dedicada a
Jeannette L. Clariond, poeta, ensayista y traductora mexicana, que además ha dedicado
largo tiempo al estudio del pensamiento y la religión en el México antiguo. Su
interés en el mito se focaliza, como ella misma dice, «como una forma de
estructuración del ser». Parte de su obra poética ha sido traducida al inglés, francés, italiano, rumano y, más recientemente, al griego (por Ati
Solerti).
La bibliografía de sus libros de poemas y
de los traducidos se puede leer aquí. Presentamos también una muestra de su obra como traductora.
A la lista de sus libros traducidos añadiremos
una obra capital: su traducción La escuela de Wallace
Stevens: un perfil de la poesía estadounidense contemporánea (España – México, Vaso Roto Ediciones, 2011), una antología en versión bilingüe de
diecisiete poetas cuyas obras experimentaron la influencia del autor de Las auroras de otoño. El libro se estructura a partir de ensayos y conferencias del crítico estadounidense Harold Bloom (1930), a cuyos seminarios en Yale asistió Clariond durante cuatro años. Esos textos de Bloom sirven de introducción a la obra de cada poeta antologado. Clariond añade dos poetas a su antología traducida, William Wadsworth y Li Young-Lee, para los que Bloom no escribió texto alguno, pero cuyo ascendente, su primera casa celeste, también es la obra de Stevens. Clariond dedicó casi trece años a esta traducción.
En la página de Vaso Roto Ediciones (que la autora de Leve sangre dirige) se puede leer una entrevista y un artículo, ambos sobre esta traducción. Incluimos un vídeo con fragmentos de una de las presentaciones de La escuela de Wallace Stevens:
En la página de Vaso Roto Ediciones (que la autora de Leve sangre dirige) se puede leer una entrevista y un artículo, ambos sobre esta traducción. Incluimos un vídeo con fragmentos de una de las presentaciones de La escuela de Wallace Stevens:
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1) ¿Qué importancia tuvieron, en su
formación como escritora, las traducciones de obras de otras lenguas y ámbitos
culturales?
Traducir es la mejor forma de aprender a
leer. Leer profundamente al otro es leerse. Internarse en la palabra –propia y
ajena– es indagar en la raíz del árbol que creímos ser y que por la traducción
desmientes o confirmas.
El mundo actual pretende hacerte creer que
leer mucho es leer bien. O, al menos, te hacen creer que sabes. Traducir no te
da siquiera el tiempo para leer mucho ni para leer poco de lo mucho que se
publica. Cuando traduces habría mejor que leer todo cuanto se pueda de aquello que
el traducido leyó, y cuando sea posible, volver sobre lo que hay traducido de
él o ella, sea en la lengua meta o en otras. Esto sin duda ayuda a medir la
música, los pies, el sentido.
Creo que las diversas lenguas son una. Y
que lo cultural del otro evoca el modo en que logró cultivar su alma. Digamos
Proust, qué música escuchaba, qué pintura disfrutaba, qué pensaba sobre la ópera,
sobre Debussy, sobre Maggie Tate. Esto ayudaría a entenderlo. En cuanto a Alda
Merini, ella fue el camino para transitar mi locura, ella me abrió paso y me
abrió puertas, muchas puertas. Alda ha sido en mi vida una bendición, si por benedicere, se entiende, lo bien dicho: lo
claro, lo expresado desde una verdad que agota por su valor y sinceridad.
2) ¿Qué traducciones recuerda como las que
más contribuyeron a crear su propio estilo?
Ojalá pudiera escribir como la Merini. Ella
tiene un estilo muy propio, colmado de un dolor personal. Yo me siento atraída
por el dolor, quizá porque lo llevo dentro, y porque quizá no he sabido procesarlo
debidamente. Trabajo ahora en la revisión de una antología suya que inicié hace
más de 15 años, y que comprende un período que abarca de 1948 al 2010, un año
antes de su muerte. Al revisar el libro me doy cuenta de que la traducción es
interminable, y también inabarcable, hay poemas que nunca podremos alcanzar, y
así hay que verlo, en lugar de lanzar versiones propias a partir de un dolor
ajeno.
Dentro de la antología, cuyo título es Esta ciencia mía, hay un poema que me
hizo ver de forma clarísima algo que nunca debo olvidar, una situación que ya
había vivido, pero sin darme cuenta: la locura. Este poema forma parte del conjunto
que lleva por título: “La Tierra Santa”, publicado hace algunos años en Pre-textos.
No es necesario pasar por el manicomio
para revivir lo dicho por la poeta, aunque de algún modo sería justo atravesarlo
junto a ella, procurando esta belleza desde la propia soledad.
La Terra Santa
Ho conosciuto Gerico,
ho avuto anch’io la mia Palestina,
le mura del manicomio
erano le mura di Gerico
e una pozza di acqua infettata
ci ha battezzati tutti.
Lì dentro eravamo ebrei
e i Farisei erano in alto
e c’era anche il Messia
confuso dentro la folla:
un pazzo che urlava al Cielo
tutto il suo amore in Dio.
Noi tutti, branco di asceti
eravamo come gli uccelli
e ogni tanto una rete
oscura ci imprigionava
ma andavamo verso la messe,
la messe di nostro Signore
e Cristo il Salvatore.
Fummo lavati e sepolti,
odoravamo di incenso.
E dopo, quando amavamo
ci facevano gli elettrochoc
perché, dicevano, un pazzo
non può amare nessuno.
Ma un giorno da dentro l’avello
anch’io mi sono ridestata
e anch’io come Gesù
ho avuto la mia resurrezione,
ma non sono salita ai cieli
sono discesa all’inferno
da dove riguardo stupita
le mura di Gerico antica.
La Tierra
Santa
Conocí Jericó,
yo también tuve mi Palestina,
los muros del manicomio
eran los muros de Jericó
y una poza de agua infesta
nos bautizó a todos.
Allí dentro éramos judíos
y los Fariseos estaban en lo alto
y estaba también el Mesías
confundido con la muchedumbre:
un loco que gritaba al Cielo
todo su amor a Dios.
Nosotros todos, manada de ascetas,
éramos como los pájaros
y cada tanto una red
oscura nos aprisionaba
pero nos dirigíamos hacia la cosecha,
la cosecha de nuestro Señor
y Cristo el Salvador.
Fuimos lavados y sepultados,
olíamos a incienso.
Y después, cuando amábamos
nos daban los electrochoques
porque, decían, un loco
no puede a nadie amar.
Pero un día desde la tumba
también yo desperté
y también como Jesús
tuve mi resurrección,
mas no ascendí a los cielos
bajé al infierno
desde donde atónita miro de nuevo
los muros de la antigua Jericó.
Otro de sus
poemas también maravilloso, y que también se incluye en la antología es el
siguiente. Siempre llama la atención de la poeta su forma de ver el dolor como
quien ve crecer las rosas.
Le più belle poesie
si scrivono sopra le pietre
coi ginocchi piagati
e le menti aguzzate dal mistero.
Le più belle poesie si scrivono
davanti a un altare vuoto,
accerchiati da agenti
della divina follia.
Così, pazzo criminale qual sei
tu detti versi all’umanità,
i versi della riscossa
e le bibliche profezie
e sei fratello a Giona.
Ma nella Terra Promessa
dove germinano i pomi d’oro
e l’albero della conoscenza
Dio non è mai disceso né ti ha mai
maledetto.
Ma tu sì, maledici
ora per ora il tuo canto
perché sei sceso nel limbo,
dove aspiri l’assenzio
di una sopravvivenza negata.
Los más bellos poemas
se escriben sobre las piedras
con las rodillas llagadas
y las mentes aguzadas por el misterio.
Los más bellos poemas se escriben
ante un altar vacío,
asediados por emisarios
de la divina locura.
Así, loco criminal cual eres,
das tus versos a la humanidad,
los versos de la revuelta
y de las bíblicas profecías
y te sientes hermano de Jonás.
Pero a la Tierra Prometida
donde germinan manzanas de oro
y el árbol del conocimiento
Dios nunca descendió y tampoco te
maldijo.
Mas tú sí maldices
hora tras hora tu canto
porque desciendes al limbo
donde aspiras el ajenjo
de una sobrevivencia negada.
Versiones de Jeannette L. Clariond
© De las respuestas y la traducción de Alda Merini:
Jeannette L. Clariond.
© De la nota introductoria: Mario Domínguez Parra.
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