LEZAMA LIMA, ¿TRADUCTOR DE SAINT-JOHN PERSE?
(mala) traducción de Lezama
Por Ernesto
Hernández Busto
Leer a Saint-John Perse nos informa de una extraña forma de
júbilo o exaltación poética provocada por la sola existencia del mundo. Desde
su primer libro, Elogios (1911), hasta su Canto para un equinoccio
(1975), Perse despliega una sostenida vocación por la alabanza que lo
emparenta, como se ha hecho notar, con la antigua poesía sagrada, los himnos y
las teogonías.
Elogios celebra una infancia tropical cuyo paisaje acaba siendo una imagen de plenitud: el mar, la tierra, las plantas… forman un recinto que incuba imágenes poderosas en una estrofa que recuerda a Píndaro, Rimbaud o Claudel. Se trata de una poesía escrita —como reza el título de su célebre elegía— «para celebrar la infancia». Por esa infancia se le ha llamado «poeta antillano», y el mote exótico ha corrido con suerte crítica, desde Valery Larbaud (que evoca «la sabiduría y la antigüedad americanas, la vieja sangre noble del Nuevo Mundo») hasta Carpentier (que dice leer a Perse mientras navega por el Orinoco).
Es cierto que el paisaje antillano es el escenario del primer libro de Perse, pero la sabiduría de estos poemas no proviene, por supuesto, de ninguna «sangre noble» ni de una «presencia, latente o manifiesta, de las Antilias», sino de un recurso retórico que Perse usa como ningún otro poeta: la saturación de nombres. Junto al elogio del mundo natural, a la infancia de la civilización, a la primera edad del hombre, hay también una profusión «numénica» como ajuste de cuentas, un adiós a la «fábula generosa» de la mirada inocente que se convierte en anuncio de partida definitiva: «todos los caminos del mundo comen en mi mano». Octavio Paz lo hace notar con singular agudeza: «De Éloges a Anabase sólo había un paso. Perse lo dio sin nostalgia, decidido desde entonces a ser el Extranjero: no hay camino de retorno ni vuelta al país natal».
Para Roger Caillois, de quien Lezama aprendió tanto, Perse es el «cronista de una civilización ideal que parece surgida de todas las grandes épocas de la historia (…) Sin pertenecer propiamente a ninguna de ellas, dicha civilización reúne sus perfecciones y la estabilidad de sus liturgias, para ofrecer al poeta una vasta extensión de inocencia y bienestar, de profusión y poderío, donde se proyectan indefinidamente sus predilecciones».
La poesía de Perse —se ha dicho hasta el cansancio— resuelve el dilema entre Naturaleza e Historia recordándonos ese carácter mayúsculo que implica la fundación misma de lo histórico. Cada estación de su recorrido poético es, metafóricamente hablando, una isla que no pertenece a ningún archipiélago; al contrario, está cada vez más aislada, como la estación momentánea de un viaje hacia el exilio definitivo. Por eso la poesía de Perse, vuelvo a citar a Paz, «debe leerse como un ejercicio de intrepidez espiritual. Sus poemas no nos ofrecen un refugio contra la noche y el mal tiempo: son un campamento al aire libre. Nada de raíces: alas. Su tema es plural y simple: los tiempos, el tiempo. Historia sin personajes porque el único personaje real de la historia es un ser sin nombre y sin rostro, mitad carne y mitad sueño: el hombre que somos y no somos todos los hombres. Viaje sin carta de marear ni brújula porque las ciudades, los puertos, las islas, toda esa deslumbrante geografía, se desvanece apenas la tocamos».
El sentido de la historia no es entonces más que un presente imaginado que se confunde con las luces de un paisaje primigenio. Los fastos de las viejas sagas se entreveran con los fenómenos físicos. La tormenta, el relámpago, el verano y el diluvio son parte de la misma gesta porque para Perse Historia y Naturaleza son dimensiones entrecruzadas de la Poesía. Y ese es, tal vez, el atractivo moral de su errancia: si uno contempla la historia desde el Paisaje, no cederá nunca al tremendismo; «los peores trastornos de la historia —recuerda Caillois— no son sino ritmos de estaciones en un más vasto ciclo de encadenamientos y renovaciones, y las Furias que atraviesan la escena, antorcha en alto, sólo iluminan un instante del muy largo tema en curso».
II
A Perse acude Lezama, no sólo para incorporar todos estos prolegómenos de una doctrina de la Imago, sino también para conjurar el «peligro» de una poesía «caribeña» que acabe varada en la apología del mestizaje identitario, al estilo de Césaire y sus imitadores. La poética del Nuevo Mundo —demuestra Perse— también puede convertirse en saga bíblica, críptica alabanza a los orígenes de la Creación.
Todo esto —más el ciclón que azotó el occidente cubano en 1946— confluye en su traducción de Pluies, publicada en el segundo número de la revista Orígenes y editada luego (Lluvias, La Habana, enero de 1961; por La Tertulia, una pequeña colección que dirigían José Mario y Fayad Jamís), con un denso prólogo que se incluirá en La cantidad hechizada: «Saint-John Perse, historiador de las lluvias».
Pluies fue publicado por primera vez en Les Lettres Françaises (nº 10, octubre de 1943), y es, sin duda uno de los mejores poemas de Perse, que ni siquiera la macarrónica traducción de Lezama consigue destrozar enteramente.
Vale la pena enlistar algunos de los errores encontrados al confrontar la traducción del cubano aparecida en Orígenes con el original. Me limito a varios de los incontestables y dejo a un lado muchos otros deslices o soluciones discutibles, como mantener el banyan del original (Ficus benghalensis, ese árbol de raíces aéreas que también tenemos en Cuba) como «árbol Banyan» en vez de optar por el castizo baniano, ficus o higuera de Bengala.
Donde dice:
Elogios celebra una infancia tropical cuyo paisaje acaba siendo una imagen de plenitud: el mar, la tierra, las plantas… forman un recinto que incuba imágenes poderosas en una estrofa que recuerda a Píndaro, Rimbaud o Claudel. Se trata de una poesía escrita —como reza el título de su célebre elegía— «para celebrar la infancia». Por esa infancia se le ha llamado «poeta antillano», y el mote exótico ha corrido con suerte crítica, desde Valery Larbaud (que evoca «la sabiduría y la antigüedad americanas, la vieja sangre noble del Nuevo Mundo») hasta Carpentier (que dice leer a Perse mientras navega por el Orinoco).
Es cierto que el paisaje antillano es el escenario del primer libro de Perse, pero la sabiduría de estos poemas no proviene, por supuesto, de ninguna «sangre noble» ni de una «presencia, latente o manifiesta, de las Antilias», sino de un recurso retórico que Perse usa como ningún otro poeta: la saturación de nombres. Junto al elogio del mundo natural, a la infancia de la civilización, a la primera edad del hombre, hay también una profusión «numénica» como ajuste de cuentas, un adiós a la «fábula generosa» de la mirada inocente que se convierte en anuncio de partida definitiva: «todos los caminos del mundo comen en mi mano». Octavio Paz lo hace notar con singular agudeza: «De Éloges a Anabase sólo había un paso. Perse lo dio sin nostalgia, decidido desde entonces a ser el Extranjero: no hay camino de retorno ni vuelta al país natal».
Para Roger Caillois, de quien Lezama aprendió tanto, Perse es el «cronista de una civilización ideal que parece surgida de todas las grandes épocas de la historia (…) Sin pertenecer propiamente a ninguna de ellas, dicha civilización reúne sus perfecciones y la estabilidad de sus liturgias, para ofrecer al poeta una vasta extensión de inocencia y bienestar, de profusión y poderío, donde se proyectan indefinidamente sus predilecciones».
La poesía de Perse —se ha dicho hasta el cansancio— resuelve el dilema entre Naturaleza e Historia recordándonos ese carácter mayúsculo que implica la fundación misma de lo histórico. Cada estación de su recorrido poético es, metafóricamente hablando, una isla que no pertenece a ningún archipiélago; al contrario, está cada vez más aislada, como la estación momentánea de un viaje hacia el exilio definitivo. Por eso la poesía de Perse, vuelvo a citar a Paz, «debe leerse como un ejercicio de intrepidez espiritual. Sus poemas no nos ofrecen un refugio contra la noche y el mal tiempo: son un campamento al aire libre. Nada de raíces: alas. Su tema es plural y simple: los tiempos, el tiempo. Historia sin personajes porque el único personaje real de la historia es un ser sin nombre y sin rostro, mitad carne y mitad sueño: el hombre que somos y no somos todos los hombres. Viaje sin carta de marear ni brújula porque las ciudades, los puertos, las islas, toda esa deslumbrante geografía, se desvanece apenas la tocamos».
El sentido de la historia no es entonces más que un presente imaginado que se confunde con las luces de un paisaje primigenio. Los fastos de las viejas sagas se entreveran con los fenómenos físicos. La tormenta, el relámpago, el verano y el diluvio son parte de la misma gesta porque para Perse Historia y Naturaleza son dimensiones entrecruzadas de la Poesía. Y ese es, tal vez, el atractivo moral de su errancia: si uno contempla la historia desde el Paisaje, no cederá nunca al tremendismo; «los peores trastornos de la historia —recuerda Caillois— no son sino ritmos de estaciones en un más vasto ciclo de encadenamientos y renovaciones, y las Furias que atraviesan la escena, antorcha en alto, sólo iluminan un instante del muy largo tema en curso».
II
A Perse acude Lezama, no sólo para incorporar todos estos prolegómenos de una doctrina de la Imago, sino también para conjurar el «peligro» de una poesía «caribeña» que acabe varada en la apología del mestizaje identitario, al estilo de Césaire y sus imitadores. La poética del Nuevo Mundo —demuestra Perse— también puede convertirse en saga bíblica, críptica alabanza a los orígenes de la Creación.
Todo esto —más el ciclón que azotó el occidente cubano en 1946— confluye en su traducción de Pluies, publicada en el segundo número de la revista Orígenes y editada luego (Lluvias, La Habana, enero de 1961; por La Tertulia, una pequeña colección que dirigían José Mario y Fayad Jamís), con un denso prólogo que se incluirá en La cantidad hechizada: «Saint-John Perse, historiador de las lluvias».
Pluies fue publicado por primera vez en Les Lettres Françaises (nº 10, octubre de 1943), y es, sin duda uno de los mejores poemas de Perse, que ni siquiera la macarrónica traducción de Lezama consigue destrozar enteramente.
Vale la pena enlistar algunos de los errores encontrados al confrontar la traducción del cubano aparecida en Orígenes con el original. Me limito a varios de los incontestables y dejo a un lado muchos otros deslices o soluciones discutibles, como mantener el banyan del original (Ficus benghalensis, ese árbol de raíces aéreas que también tenemos en Cuba) como «árbol Banyan» en vez de optar por el castizo baniano, ficus o higuera de Bengala.
Donde dice:
Une éclosion d’ovules d’or dans la nuit fauve des
vasières
(Una eclosión de óvulos de oro en la noche salvaje de las ciénagas)
(Una eclosión de óvulos de oro en la noche salvaje de las ciénagas)
Lezama traduce:
«Una eclosión de ondas de oro en la noche salvaje del limo
tostado»
Donde dice:
Et mon lit fait, ô fraude! à la lisière d’un tel
songe
(Y mi cama ya hecha [o tendida], oh fraude, en el lindero de ese sueño)
(Y mi cama ya hecha [o tendida], oh fraude, en el lindero de ese sueño)
Lezama traduce:
«Y mi lecho elaborado, oh fraude, en los confines de ese
sueño».
Donde dice:
Là où s’avive et croît et se prend à tourner la
rose obscène du poème
(Allí donde se aviva y crece y vuelve a contornearse [desplegarse] la obscena rosa del poema)
(Allí donde se aviva y crece y vuelve a contornearse [desplegarse] la obscena rosa del poema)
Lezama traduce:
«Allí donde se aviva y crece y vuelve a caer la rosa obscena
del poema».
Donde dice:
La terre à fin d’usage, l’heure nouvelle dans
ses langes, et mon coeur visité d’une étrange voyelle
(La tierra con fines de uso, la hora nueva en sus mantillas, y mi corazón visitado por una extraña vocal)
(La tierra con fines de uso, la hora nueva en sus mantillas, y mi corazón visitado por una extraña vocal)
Lezama traduce:
«La tierra como una costumbre secreta, la hora nueva en sus
pañales y mi corazón visitado por una extraña vocal».
Y eso es apenas en la primera parte del poema. En las
páginas que siguen veremos a Lezama traducir «la face des vivants» por
«la casa de los vivos», «élégies» por alegrías; eliminar la miel de lavez
le sel de l’atticisme et le miel de l’euphuisme, convertir el «pressé»
(apremiado, urgido, hostigado) de «l’homme encore des toutes parts pressé des
idees nouvelles, qui cède…» en «el hombre aún prisionero de las ideas nuevas» o
lidiar con un verso esencialmente paradójico (et mon poème, ô Pluies, qui ne
fut pas écrit!; «y mi poema, oh lluvias, que no fue escrito») colocándolo
en un imposible futuro: «y mi poema, oh lluvias, que no será escrito».
Frases mal traducidas por exceso de literalidad también hay varias: «Qué pesa el agua del cielo» por «qué empuja el agua del cielo al bajo imperio de la espesura» (que pèse l’eau du ciel au bas empire des taillis) o les pages les mieux nées como «las páginas mejor nacidas» en vez de «las páginas mejor concebidas».
Más allá de todos los detalles puntuales —que hasta donde sé nadie se ha tomado el trabajo de confrontar, mientras, en cambio, comúnmente se celebra esta traducción como «obra maestra»— la evidencia del contraste es que Lezama no sabía suficiente francés e imaginó a Perse al mismo tiempo que lo traducía. En el fervor creado por un diluvio poético, creyó descifrar las imágenes más allá de los significados. Este recurso es particularmente equívoco a la hora de leer a Perse, un poeta de la precisión, con un extensísimo vocabulario, pródigo en sustantivos bien escogidos para bautizar una cosmogonía. Tengo la impresión de que bajo el aguacero poético de Perse, Lezama avanza al buen tuntún, intuyendo una grandeza que su propio oficio no alcanza y resumiéndola para los inexpertos como «configuraciones del azar concurrente».
Copyright: Ernesto Hernández Busto
Sobre el autor
Ernesto Hernández Busto (La Habana, 1968). Escritor, ensayista y traductor residente en Barcelona. Fue uno de los integrantes de PAIDEIA, grupo independiente de estudios que a finales de los años 80 intentó una renovación de la escena cultural cubana y derivó en plataforma disidente. En 1992 emigró a México, donde colaboró sistemáticamente en la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz, así como en otras publicaciones literarias mexicanas como La Gaceta del FCE y Biblioteca de México. En dos ocasiones, 1996 y 1998, obtuvo la beca de traducción del FONCA. Integró el Comité de redacción de la revista Poesía y poética, y colaboró durante cuatro años en la edición de su colección patrocinada por la Universidad Iberoamericana, que dio a conocer en México algunos nombres fundamentales de la literatura contemporánea como Andrea Zanzotto, Robert Creeley, Marina Tsvietáieva o Joao Cabral de Melo Neto, entre otros. Desde 1999 Hernández Busto reside en Barcelona, donde ha trabajado como editor, traductor y periodista. Su libro de ensayo Perfiles derechos obtuvo en 2004 el III Premio de Ensayo «Casa de América» con los escritores Jorge Edwards, Josefina Aldecoa, José María Castellet y Manuel Martos como jurado.
Su libro más reciente es Inventario de saldos. Apuntes sobre literatura cubana (Colibrí, Madrid, 2005). Diversos trabajos suyos han sido traducidos al inglés, francés, y alemán.
En México y España ha publicado traducciones del italiano, ruso y francés, especialmente de poetas, como Eugenio Montale, Andrea Zanzotto, Valerio Magrelli, Boris Pasternak, Joseph Brodsky y otros.
Ernesto Hernández Busto es, además, el director de la página web Penúltimos días, http://www.penultimosdias.com/, uno de los principales sitios web sobre temas cubanos hechos desde el exilio. PD ha desempeñado un papel fundamental en la divulgación de la labor de la bloguera cubana Yoani Sánchez. El ensayo que aquí publicamos fue presentado originalmente en esas páginas.
Frases mal traducidas por exceso de literalidad también hay varias: «Qué pesa el agua del cielo» por «qué empuja el agua del cielo al bajo imperio de la espesura» (que pèse l’eau du ciel au bas empire des taillis) o les pages les mieux nées como «las páginas mejor nacidas» en vez de «las páginas mejor concebidas».
Más allá de todos los detalles puntuales —que hasta donde sé nadie se ha tomado el trabajo de confrontar, mientras, en cambio, comúnmente se celebra esta traducción como «obra maestra»— la evidencia del contraste es que Lezama no sabía suficiente francés e imaginó a Perse al mismo tiempo que lo traducía. En el fervor creado por un diluvio poético, creyó descifrar las imágenes más allá de los significados. Este recurso es particularmente equívoco a la hora de leer a Perse, un poeta de la precisión, con un extensísimo vocabulario, pródigo en sustantivos bien escogidos para bautizar una cosmogonía. Tengo la impresión de que bajo el aguacero poético de Perse, Lezama avanza al buen tuntún, intuyendo una grandeza que su propio oficio no alcanza y resumiéndola para los inexpertos como «configuraciones del azar concurrente».
Copyright: Ernesto Hernández Busto
Sobre el autor
Ernesto Hernández Busto (La Habana, 1968). Escritor, ensayista y traductor residente en Barcelona. Fue uno de los integrantes de PAIDEIA, grupo independiente de estudios que a finales de los años 80 intentó una renovación de la escena cultural cubana y derivó en plataforma disidente. En 1992 emigró a México, donde colaboró sistemáticamente en la revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz, así como en otras publicaciones literarias mexicanas como La Gaceta del FCE y Biblioteca de México. En dos ocasiones, 1996 y 1998, obtuvo la beca de traducción del FONCA. Integró el Comité de redacción de la revista Poesía y poética, y colaboró durante cuatro años en la edición de su colección patrocinada por la Universidad Iberoamericana, que dio a conocer en México algunos nombres fundamentales de la literatura contemporánea como Andrea Zanzotto, Robert Creeley, Marina Tsvietáieva o Joao Cabral de Melo Neto, entre otros. Desde 1999 Hernández Busto reside en Barcelona, donde ha trabajado como editor, traductor y periodista. Su libro de ensayo Perfiles derechos obtuvo en 2004 el III Premio de Ensayo «Casa de América» con los escritores Jorge Edwards, Josefina Aldecoa, José María Castellet y Manuel Martos como jurado.
Su libro más reciente es Inventario de saldos. Apuntes sobre literatura cubana (Colibrí, Madrid, 2005). Diversos trabajos suyos han sido traducidos al inglés, francés, y alemán.
En México y España ha publicado traducciones del italiano, ruso y francés, especialmente de poetas, como Eugenio Montale, Andrea Zanzotto, Valerio Magrelli, Boris Pasternak, Joseph Brodsky y otros.
Ernesto Hernández Busto es, además, el director de la página web Penúltimos días, http://www.penultimosdias.com/, uno de los principales sitios web sobre temas cubanos hechos desde el exilio. PD ha desempeñado un papel fundamental en la divulgación de la labor de la bloguera cubana Yoani Sánchez. El ensayo que aquí publicamos fue presentado originalmente en esas páginas.
Estimado señor Ernesto Hernández Busto:
ResponderEliminarafirma usted en su texto que, hasta donde sabe, nadie se ha tomado el trabajo de confrontar las versiones lezamianas de Saint-John Perse con el texto original. El objetivo de este comentario mío es informarle de que yo me tomé ese trabajo allá por 1996 para una conferencia que se tituló "Vivencias oblicuas de la traducción" y que se publicó en el libro de actas de las jornadas sobre 'Literatura y traducción' que se celebraron en Santa Cruz de Tenerife en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Ese libro de actas, titulado "Literatura y traducción: caminos actuales", ha sido bastante citado en la bibliografía sobre la traducción literaria, pues en él se incluyeron trabajos de, entre otros, Haroldo de Campos, Jacques Ancet, Claude Esteban o Pilar Gómez Bedate.
En mi ensayo analizaba con todo detalle y contrastándolas con los textos originales las traducciones que Lezama publicó en "Orígenes" y señalaba los errores que indica usted en su artículo, otros errores significativos y, además, algunos ocasionales chispazos involuntarios o geniales de Lezama que yo llamaba "vivencias oblicuas de la traducción"
Por si quisiera usted consultar el mencionado artículo, le dejo aquí la referencia bibliográfica completa:
Paolo Valesio y Rafael-José Díaz (ed.), "Literatura y traducción: caminos actuales", Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santa Cruz de Tenerife, 1996.
Un cordial saludo,
Rafael-José Díaz
Estimado Rafael:
ResponderEliminarLo siento, realmente no conocía su ensayo, que buscaré y leeré con mucho gusto. Muchas gracias, ya veo que nunca hay que decir "nadie" ni "nunca". Estoy bastante al tanto de la bibliografía sobre Lezama, y por eso me permití ser conclusivo --pero ya ve, se me escapó su referencia.
Por cierto, creo que nos conocemos, de la época en que ayudaba a Hugo Gola a editar la revista "Poesía y poética", en la que amablemente colaboró usted, si mal no recuerdo.
Saludos cordiales,
E.
Ante todo, agradecer a Ernesto que nos haya autorizado a publicar su magnífico ensayo en estas páginas.
ResponderEliminarSerá sin duda revelador, querido Rafael, revisitar ese ensayo que mencionas y, quizá, ponerlo en diálogo con éste, analizar aciertos y desaciertos en la obra traductora de Lezama, ver de qué modo las "vivencias oblicuas" de la traducción legitiman las "configuraciones del azar concurrente". Vuestras contribuciones son de gran valor para este blog.
Un abrazo a ambos
Estimado Ernesto:
ResponderEliminargracias por tus líneas. Cuando leí tu texto me dije: ¡pero si yo hablé de esto mismo hace más de 15 años! Pero es lógico que no conocieras el ensayo: se publicó en un volumen que tuvo una distribución limitada. Son esas coincidencias que Lezama hubiera llamado "oblicuas".
Sí, llegué a colaborar en "Poesía y poética", la revista del maravilloso Hugo Gola. Qué tiempos aquellos. Recuerdo que colaborabas con él, sí. Luego llegué a conocer al propio Hugo Gola y a algunos de sus amigos: Juan Carlos Cano, José Luis Bobadilla... Me dijeron que Hugo regresó a Argentina.
No sé si, como propone Aníbal, tiene sentido publicar en el blog aquel ensayo mío. Yo prefiero siempre que se publiquen cosas nuevas. En cualquier caso, gracias a Aníbal por la invitación.
Un cordial saludo,
Rafael