NASOS VAYENÁS - LA ODISEA DE DOS POETAS



Nikos Kazantzakis y Kimon Friar,
verano de 1954, Antibes
(fotografía de Eleni N. Kazantzaki)
 

Al leer La Odisea de Kimon Friar[1], tengo la sensación de encontrarme ante un poema superior a La Odisea de Kazantzakis. Esto puede parecer chocante a un lector griego que no pueda afirmar que domina el inglés en toda su extensión y profundidad. Sin embargo, es una realidad que siento desde hace tiempo y que trataré de explicar.  
    Nadie puede decir, aunque conozca bien una lengua extranjera, que está en posición de disfrutar de un poema extranjero como disfruta de un poema en su lengua materna. La lectura de un poema extranjero es, siendo odiosas las comparaciones, igual que la lectura de una traducción, porque en el fondo de la sensibilidad del lector permanecen siempre algunas resistencias de su lengua, que no ceden en la presión de la expresión del original.
    No obstante, hay algunos poetas, para ser exactos algunos poemas, en los que estas resistencias, aunque no desaparecen, luchan por convertirse en esencialmente sensibles; diría que se neutralizan. Esta sensación me la proporcionan algunas páginas del Maldoror de Lautréamont y pasajes concretos de los Cuatro Cuartetos de Eliot. Creo que los nombres de dos poetas tan diferentes expresivamente y tan particulares podrían despejar cualquier sospecha de que la neutralización de la que hablé anteriormente tuviera que deberse a la ausencia de particularidad lingüística del poeta extranjero. Se debe, así lo pienso, al elemento que otorga fundamento poético a la lengua – me refiero al ritmo. Hay un elemento de la comunicación poética que, aunque fenoménicamente inseparable de la lengua (puesto que es el que mueve poéticamente la lengua), a veces se desmembra de ella, la deja atrás y continúa solo, sin que esto signifique la interrupción de nuestra comunicación con el poema. Es difícil explicar cómo ocurre esto. La interpretación más plausible es que, en un análisis final, el ritmo de un poema y los significados de las palabras no están siempre entretejidos; que hay momentos en que el movimiento de palabras es lo único importante cuando leemos un poema; y que, a la hora de la lectura de poemas extranjeros, el ritmo es siempre capaz a doblegar la resistencia de las barreras lingüísticas.
    Ésta es, pienso, la razón por la que cuando leo La Odisea de Friar siento que leo un poema original. Ésta es también la razón por la que, cuando leo La Odisea de Kazantzakis, siento algo comparable con lo que percibo cuando leo una traducción[2]. Para ser realmente poética, la lengua tiene que poseer un grado adecuado de oralidad, una cantidad satisfactoria de respiración natural. Cuando se aleja más de lo que debería de las regiones del habla contemporánea, tiende a petrificarse o a resultar una expresión artificial. La expresión de La Odisea de Kazantzakis es una expresión artificial. El grado de su tecnicidad crea resistencias lingüísticas comparables a las resistencias de los poemas extranjeros, que continuamente me impiden seguir su ritmo. La razón por la que leo La Odisea de Friar como original es que su ritmo es tan fascinante que me eleva y me lleva sobre los fosos de la lengua extranjera. No tiene importancia si esto pueda deberse al hecho de que mi conocimiento del inglés no me permita sentir su tecnicidad, si es que existe. (La fuerza de la poesía se sostiene, en una gran proporción, en las malas interpretaciones; cuanto más se presta a malas interpretaciones, mayor es siempre la calidad de un poema). Y estoy seguro de que la causa de que el ritmo de La Odisea de Friar sea tan poético es que su creador, gracias a su imperfecto conocimiento del griego, no sintió la tecnicidad de La Odisea de Kazantzakis. Es decir, que sintió al leer el poema de Kazantzakis lo mismo que siento yo al leer su poema.
    El poeta como lector difiere del lector común en esto: en que al leer el poema de otro se lee más a sí mismo. Friar no podría haber escrito La Odisea si no hubiera sido él mismo poeta (con La Odisea se convirtió en poeta). Tampoco la podría haber escrito si por azar no la hubiera leído en la época en que la leyó. Los pocos versos que había publicado antes de ella muestran la lucha de un joven poeta por descubrir su voz entre las voces de poetas que poco le convenían. El poema de Kazantzakis fue el catalizador de su sensibilidad, que limitó su destino poético. ¿Acaso no fue sintomático que este estadounidense descubriera su rostro poético en el errar a través de una lengua extranjera? Quizás no carezca de importancia que este poema se titule La Odisea 
    Hay obras que consumen hasta la última gota de la sensibilidad de su creador, obras tras las que el poeta no tiene nada más que añadir. La Odisea es una obra de este tipo. Ésta es, pienso, la razón por la que, después de ella, Friar no escribió otro poema.

1981



Esta traducción mía se publicó en el suplemento cultural 2C de La Opinión de Tenerife (eds. Eduardo García Rojas y Coriolano González Montañez, nº 416, 03-01-2009).


Semblanza biográfica 


Nasos Vayenás (1945) es un poeta, traductor, crítico y filólogo griego nacido en Drama. Estudió filología griega en la Universidad de Atenas y filología italiana en la Universidad de Roma, donde se doctoró con una tesis sobre Yorgos Seferis. En sus escritos críticos se ha ocupado de temas como la prosa griega del siglo XIX, el modernismo[3], la teoría de la literatura y cuestiones relacionadas con la traducción literaria (ejemplo de las cuales es este ensayo, «La Odisea de dos poetas», incluido en su libro Poesía y traducción, Ποίηση και Μετάφραση, Atenas, Stigmí, 2004). Ha estudiado en profundidad la obra de Yorgos Seferis, de Kostas Karyotakis y de Andreas Kalvos. Como traductor ha publicado en griego textos de Robert Burns, Kimon Friar, Max Frisch y Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Entre sus libros de poemas destacan Biografía (1978), Las rodillas de Roxana (1981), Odas bárbaras (1992), Baladas oscuras y otros poemas (2001) y Stéfanos (2004). Ha escrito también libros de ensayos: El poeta y el bailarín. Un examen de la poética y la poesía de Seferis (1979), El laberinto del silencio. Ensayo sobre poesía (1982), Notas de fin de siglo (1999) y Postmodernismo y literatura (2002).


Fuentes para la elaboración de la semblanza biográfica y de las notas:

  • Λεξικό Νεοελληνικής Λογοτεχνίας (Diccionario de literatura neogriega), Ediciones Pataki, 2008.  


© De la traducción, la semblanza biográfica y las notas: Mario Domínguez Parra

Agradezco a Nasos Vayenás que haya puesto a mi disposición buena parte de su obra para su traducción; a Jeannette L. Clariond que me haya permitido citar y traducir el fragmento del libro de James Merrill; y a Niki P. Stavrou (directora de Ekdoseis Kazantzaki) que nos haya dado permiso para publicar la fotografía de Eleni N. Kazantzaki.


[1] Kimon Friar (1911-1993) fue un poeta, traductor y crítico estadounidense de origen griego, nacido en Imralí (Turquía). Su apellido real era Kaloyerópulos («kalóyeros» en griego moderno significa «fraile», en inglés «friar»). Su familia emigró a EE.UU. en 1915. Llevó a cabo la traducción al inglés del poema La Odisea, de Nikos Kazantzakis, en estrecha colaboración con éste (traducción que publicó la Editorial Simon & Schuster en 1958, inmediatamente alabada por la crítica). Es autor de la importante antología Modern Greek Poetry. From Kavafis to Elytis (1973), además de los libros Perspectives of Greece (1955) y Contemporary Greek Poetry (1985). Varios de sus libros han sido traducidos al griego moderno, como La Odisea Espiritual de Nikos Kazantzakis (1979) y Los ojos pétreos de la medusa (1981). El poeta James Merrill (1926-1995), amigo personal de Friar, contaba en sus memorias, A Different Person (New York, Knopf, 1993, pp. 27-28), lo siguiente (traduzco): «Después estaban las traducciones de Kimon. Comenzaron como un gesto agradecido hacia su herencia - después de lo cuál sería libre para acometer su obra "real", la épica proyectada, la novela, los ensayos teóricos - y terminaron por consumir el resto de su vida. Una vez que la primera antología "definitiva" apareció, repleta de grandes nombres como Kavafis y Sikelianós, Seferis y Elytis, no pudo resistirse a enfrentarse a La Odisea de 30.000 versos de Kazantzakis. Sólo esto le llevó siete u ocho años. Al levantar la cabeza, aturdido por la tarea, vio una nueva generación de poetas. Clamaban como perros acorralando a un ciervo. ¿Cómo podrían soñar con el reconocimiento internacional sin ser leídos en inglés, y en quién podrían confiar para llevar esto a cabo sino en Kimon? Artículos críticos, nuevas antologías, medallas y honores de un gobierno agudamente consciente de los pasos que llevarían a esos dos premios Nobel - y de repente casi había pasado medio siglo. Frente a mí, deprimido y desalentado, se sentaba la cáscara, como un grillo, del hombre que había dado tanto a tantos y recibido tan poco».

[2] El poeta, narrador, dramaturgo, ensayista y traductor griego Nikos Kazantzakis (1883-1957) escribió la segunda parte del poema homérico. Lo tituló también La Odisea. Comenzó a escribir el poema en 1925, en Iraklio (Creta), y lo concluyó en 1938, en la isla de Éguina. El poema está compuesto de 33.333 versos de 17 sílabas. Según el Diccionario de literatura neogriega, motivos y símbolos de religiones y mitos asiáticos y europeos, divinidades e imágenes del panteón hinduista, del judaísmo y del tao japonés convergen, como hitos colectivos, en la perfección ontológica del hombre-Odiseo. Kazantzakis escribió y publicó un diccionario de términos utilizados en su poema. Este hecho quizás tenga relación con la impresión de Vayenás de estar leyendo una traducción al leer el poema original.

[3] El modernismo griego, en el campo de la poesía, está directamente relacionado con Zeódoros Dorros y Nikitas Rantos (pseudónimo de Nikólaos Kalamaris) y con la Generación de 1930: Nikiforos Vrettakos, Odysseas Elytis, Yannis Ritsos, Yorgos Seferis, Nikos Engonópulos y Andreas Embirikos. Konstantinos Kavafis, Kostas Karyotakis y Takis Papatsonis son los precursores del modernismo griego en poesía. En el campo de la prosa está la llamada Escuela de Tesalónica (que comienza su actividad en 1930): Alkiviadis Yannópulos, Yorgos Delios, Stelios Xefludas y Nikos Gabriíl Pentsikis, que contribuyeron a la introducción de la técnica del monólogo interior en la narrativa griega gracias a las traducciones de obras de Virginia Woolf y James Joyce. Otros narradores relacionados con el modernismo griego son Melpó Axioti, Yannis Beratis y Yannis Skarimbas.

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